Historias de Doolittle

Como novedad personal, y como debe ser, me he concedido una licencia autorregalándome un agosto sin agobios, sin prisas, muy alegre y viajero. Durante este periodo de descanso mental, apartado del mínimo atisbo de tortura existencial, me he entregado a los placeres carnales, veniales y emocionales que tanto me gustan: tardes de espíritu ligero; mañanas blancas y noches boreales entre las sábanas; ricas comidas que me han vuelto más lozana, para el agrado de mi madre; aventuras en tierras lejanas junto a los míos; y el gustazo de sumergirme en el paraíso de la lectura a cualquier hora del día.
Ante mi posición casi horizontal, han pasado delante de mis ojos páginas de libros, revista y periódicos que he leído con pausa y devoción. Ahora que el mes estival por excelencia se esfuma, desaparece con él la sección veraniega de los periódicos. Estos últimos desayunos no habrían sido lo mismo sin la Revista de Agosto de El País.
A partir de septiembre, vuelta a la información pura y dura. Echaré de menos la lucidez del articulista Millás aplicada a las fotos que comenta; las acertadas crónicas televisivas de Juan Cueto; las observaciones cinematográficas de Sergi Pàmies; la pluma afilada (afiladísima) de Maruja Torres; así como al resto de colaboradores que han tratado, en definitiva, de quitar un poco de hierro al asunto. Difícil misión, por cierto, en estos tiempos que corren. Pero como agosto es para estar a gusto...

Para ti también.
Muaaaaaaaaac.

Es para ti.
Muaaaaaaaaaaac!!!!