Historias de Doolittle

¡Volando voy!

Las sábanas blancas de algodón acaban desterradas al suelo. Sobre la cama amanecemos dos cuerpos calientes, brillantes. Me despierto empapada. El humidificador, el balcón abierto, el ventilador… no son más que tonterías que aplacan un poco el calor de la noche. Un aparato de aire acondicionado es lo que realmente necesito. ¡Tantos años despotricando contra esta máquina de frescor artificial, para convertirme ahora en una defensora a ultranza! Ay… este mundo sin principios…
Acostumbrada a disfrutar de una atmósfera refrigerada en el coche, en cualquier tienda o restaurante, yo también quiero tener el invento estrella del verano en mi propia habitación. Pero, dadas las larguísimas listas de espera de los que acostumbramos a hacer todo a última hora, me da en la nariz que este año seguiré sin instalar el aparatito y todo el aire que tenga vendrá, como hasta ahora, de las aspas del ventilador.

Desde que ha llegado el sol, estoy un poco dispersa y el tiempo se me echa encima con gran facilidad. Además, el ordenador me absorbe que da gusto y, sin darme cuenta, arranco las hojas del calendario casi sin enterarme.
Anoche me planté en huelga. Pasé de buscar curro, pasé de ordenar, pasé de preocuparme más y, como en los buenos tópicos, me fui de compras (en el arrebato me pillé unas gafas de sol que todavía no sé si me convencen). El homenaje nocturno consistió en pizza casera y peli. Une liaison pornographique. Un filme con un título criticado por el Vaticano (¡qué raro!) en el Festival de Cine de Venecia de 1999 y pudorosamente traducido en España como Una relación privada.
Grabado a modo de falso documental, Fréderic Fonteyne, guionista y director de la película, la historia busca adentrarse un poco más en la sexualidad humana, a través de un hombre (Sergi López) y una mujer (Nathalie Baye) anónimos que se conocen a través de los anuncios de contactos de una revista, para compartir una fantasía sexual. La primera cita dará lugar a otras, y lo que en un principio era un encuentro puramente sexual, acaba siendo dominado por los sentimientos.
En la historia los dos personajes van recordando, por separado, su romance, ante un entrevistador a quien nunca vemos. En sus respuestas, cargadas de emoción y nostalgia, se desnudan ante una tercera persona, manifiestan las diferencias de percepción ante la relación y se descubren posibilidades que no llegaron a realizarse.
Me gustó la elegancia y la delicadeza de la película, tanto en sus imágenes como en la exploración de los afectos y la solidez de la anónima pareja, con sus amores y temores, en medio del caos parisino.

Beautiful people;
You live in the same world as I do,
But somehow I never noticed you
Before today,
I'm ashamed to say.

Beautiful people;
We share the same back door and
It isn't right
We never met before,
But then,
We may never meet again.

If I weren't afraid you'd laugh at me,
I would run and take all of your hands and
I'd gather everyone together for a day
And when we're gathered, I'll pass buttons out that say:

Beautiful people
Never have to be alone 'cause
There'll always be someone
With the same button on as you.
Include him in everything you do.

Beautiful people;
You ride the same subway as I do
Ev'ry mornin'.
That's got to tell you somethin'.
We've got so much in common.
I go the same direction that you do.
So if you'll take care of me,
Maybe I'll take care of you.

Beautiful people;
You look like friends of mine and
It's about time
That someone said it here and now
I make a vow that sometime, somehow

I'll have a meeting. Invite everyone you know.
I'll pass out buttons for the ones who come to show.

Beautiful people
Never ever have to be alone 'cause
There'll always be someone
With the same button on as you.
Include him in everything you do.
He may be sitting right next to you.
He may be a beautiful people too
And if you take care of him,
Maybe he'll take care of you 'cause
All of the beautiful people do
And you're all beautiful people too.

Melanie

Brilla el sol. La presencia de la luciérnaga misteriosa adorna este maravilloso día, en el que recuerdo al hombre que puso letra al tango. Y decir tango es decir Carlos Gardel. O al revés. Hace 70 años murió en trágico accidente Carlitos, cantor del lamento del hombre solitario, con ritmo porteño y aluvión de culturas.
Me recuerda a mi infancia y a el coche de mis abuelos. Momentos felices. A ellos les dedico mi sonrisa con luciérnagas en el pelo.

En la ventana de la cocina tengo un tiesto de barro donde planté esqueje que me regaló una amiga convencida de que era una planta medicinal y podría ayudarme eliminar los molestos papilomas que hace seis años invadieron mis pies y, al parecer, los encontraron tan cómodo que se han instalado a vivir en ellos. El caso es que el esqueje nos ha salido trepador y hoy me ha regalado su primera flor. Pequeñita, roja e increíblemente brillante. No me sirve para el pie pero me alegra la vista y el espíritu, que son igual de importantes.Tan contenta estoy, que igual traslado la planta a un macetero más grande, de esos que ocupan todo el alféizar. Con más espacio, buenos olores (cocino que da gusto, je, je), rayos de sol casi constantes (la ventana está orientada al sur) y preciosas flores, quizá tenga tanta suerte como Epi y Blas y decidan instalarse a vivir en el macetero los Nabucodonosorcitos de Nabucodonosorcilandia. Me encantaría que apostaran por mi maceta. Así, delante de mis narices. Me lo pasaría pipa con sus historias especiales


¿alguien se acuerda de su propósito de llegar al zoo en menos de tres días?

I dreamed of a circle, I dreamed of a circle round.
And in that circle I had made were all the worlds unformed and unborn yet.
A volume, a sphere that was the earth, that was the moon, that did revolve around my room.

I dreamed of a circle, I dreamed of a circle round.
And in that circle was a maze, a terrible spiral to be lost in.
Blind in my fear, I was escaping just by feel.
But at every turn my way was sealed.

I dreamed of a circle, I dreamed of a circle round.
And in that circle was a face.
Her eyes looked upon me with fondness.
Her warmth coming near, calling me "sweetness," calling me "dear."
But I whispered, "no, I can't rest here."

I dreamed of a circle, I dreamed of a circle round.

Natalie Merchant

Nació con el don de la risa
y con la intuición de que el mundo estaba loco.
Y ese era todo su patrimonio.

Scaramouche, de Rafael Sabatini

Cuando menos lo esperas, las historias piden a gritos que se les escuche. Nada más abrir la puerta del taxi, el conductor y yo hemos empezado una fluida conversación sobre cuál es el mejor camino para llegar de la Asamblea de Madrid a mi casa. Estaba convencido de que yo trabajaba allí. Desde el espejo retrovisor no ha podido darse cuenta de que mi falda multicolor no es lo más común en una parlamentaria y, aunque he estado a puntito de convertirme para él en una trabajadora de este órgano legislativo y potestativo del pueblo, he acabado sacándole de su error. Sin desvelarle, claro está, mi verdadera profesió. Primero tendré que aclararme yo.

El asiento trasero nos ha facilitado la privacidad necesaria para las confidencias. Cierto es también que a este buen hombre, con ocho años al volante del taxi, no le faltaban ganas de hablar. Orgulloso me ha dicho que tenía madera de relaciones públicas. Y cuerda para el rato. Durante los nueve euracos que me ha costado la carrera (menos mal que no estábamos en hora punta) hasta ha tenido tiempo de pedirme matrimonio. Ante mi negación rotunda a su estrafalaria propuesta, la conversación ha derivado a otro tipo de planes de futuro. Si las cosas salen como él espera, el año que viene tendrá montado un restaurante en Alcorcón y será dueño de un negocio en el que pueda tener clientela fiel, que los taxis son muy anónimos. No voy a dar pistas ni a desvelar los más mínimos detalles que este desconocido tiene perfectamente matizados en su cabeza, no sea que alguno de mis aférrimos y fieles lectores le copie. Conocer a alguien con ilusiones y ganas de empezar de nuevo siempre da fuerzas. Y por una vez en la vida, no me ha dolido (tanto) pagar el trayecto.

Esto es lo que hay.
Buenas noches.

Hoy ha faltado poco para que el asfalto hiciera burbujas y se convirtiera en la pócima mágica, líquida, negra y densa de una marmita. Puro veneno. Con el calor asfixiante y recalentado, el ambiente tenso, como en el desierto, me he lanzado a la calle.
Tentando a la suerte, he descendido a las entrañas de la tierra para sumergirme en el metro. Los astros estaban de mi parte porque he encontrado un asiento que me ha garantizado un espectáculo inigualable. La cubana bizca gritando en el vagón que se meaba, el trío de adolescentes con los ojos dilatados y sudorosos por todos los rincones de su piel, la sillita del bebé dormido junto a sus padres, cargados de bolsas, una elegante señora orgullosa de sus nietos, y el niño hindú que acariciaba su gran anillo dorado, con quien he compartido miradas y sonrisas de complicidad ante la entretenida escena que proporcionan tantas personas concentradas.
A cielo abierto, el caos seguía de la mano mis pasos irregulares. Pitidos, desvíos, obras, vallas que obligan a dar rodeos, guardias de tráfico y ligeros empujones de transeuntes que, como yo, buscaban la sombra, me impedían llevar un ritmo uniforme. He subido al autobús. La línea recta no existe en la ruta que he elegido, famosa por sus excesivos rodeos y paradas, pero el aire acondicionado y los asientos vacíos han compensado el largo camino. Iba tan fresquita que a punto he estado de seguir y dar una vuelta completa a la ciudad. Pero me ha parecido demasiado. A veces es mejor cortar a tiempo.

Después del repentino ataque egocéntrico de ayer, hoy me toca pisa tierra y fijar la vista en el Bruselas, donde el Consejo de los 25 de la UE se ha juntado para salir del atolladero en que se encuentra el proceso de construir Europa, tras los rechazos a la Constitución de Francia y Holanda.

¿Qué pasará? Mientras los mejores veleros del mundo navegan en las costas valencianas y el reino de la electrónica abre sus puertas en Barcelona, yo seguiré con atención las negociaciones sobre el presupuesto comunitario. Apasionante plan. Je, je…

camino entre espejos móviles

y veo mi imagen a cada paso

Pues eso... que hoy, a mi bola.
besos de esos

Ponte el sombrero dorado, si eso ha de conmoverla; si eres capaz de saltar muy alto, hazlo también por ella, hasta que exclame: "¡Enamorado saltarín, enamorado del sombrero de oro, tendrás que ser mío!"

Hoy he hecho feliz a la Eliza Doolittle que llevo dentro. No he cantado al anochecer antes de darme un baño (aunque todavía tengo tiempo), ni me he vestido de blanco, pamelón incluido, para ir a las carreras de caballos, tampoco he bailado con ningún príncipe (menos mal) en una fiesta de la alta sociedad, ni he asistido a clases de fonética (aunque me hubiera encantado, pero no con el arrogante profesor Higgins). Lo que sí he hecho y me ha dado un subidón genial, ha sido pasear entre flores. No en el Covent Garden de Cukor, sino en un vivero también de película. Un paraíso de aromas frescos y vivos colores perfectamente clasificados. Plantas con flores brillantes, con flores pequeñitas, exóticas, colgantes, de hojas grandes que se recogen al ponerse el sol y se expanden cuando sienten la presencia solar, aromáticas, delicadas, rudas y resistentes, de exterior o para dentro de casa, pequeños árboles frutales y cuidados bonsais…Pasear por los simétricos pasillos recién regados me ha recargado las pilas, que se estaban desgastando pese a estar recién puestas.

Fin del mundo del fin me ha llevado hasta Bryce Echenique, a quien me he acercado por vez primera (que no última) a través de Reo de nocturnidad, una delirante y poética historia, al tiempo que irónica, aguda y tierna, sobre el insomnio, la soledad y el desengaño. En el libro, Max Gutiérrez, profesor peruano de literatura condenado a permanecer despierto, pasa sus días lamentándose por el amor no conquistado de Ornella, una modelo en decadencia. Para librarse de su recuerdo, el protagonista empieza a reinventar su vida y se rodea de unos curiosos personajes a quienes, por cierto, me ha encantado conocer.

A veces un poco de suerte es la mejor táctica.

Woody Allen, del guión de Delitos y Faltas

Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en la mano... ¿entonces, qué?

El cantautor y poeta de la música brasileña, Chico Buarque, se ha afianzado como novelista con Budapest, su tercera obra literaria. Sus páginas descubren la vida de José Costa, “ghost-writer” o escritor anónimo, que escribe artículos, tesis, discursos y biografías para personajes famosos en Río de Janeiro, y que accidentalmente recala en la capital húngara, donde descubre otra cultura y la fascinante lengua magiar, “la única que el diablo respeta”. Su estancia en la ciudad, en la que se instala para empezar de cero, es el detonante que empuja a que su vida se desdoble.

Apoyándose en una narrativa depurada, imaginativa y sugerente, la novela fluye como una melodía que se balancea entre las aguas de Ipanema y el Danubio. Esta provocadora historia transcontinental invita a reflexionar acerca de los conflictos de identidad y el poder del lenguaje.

Estoy, como quien dice, recién llegada de Barcelona... ¡qué pena que el tiempo no sea elástico como un chicle y los días no se alarguen hasta el infinito! El caso es que en esta ciudad, de la que me fascinan, entre otras cosas, sus espacios abiertos y las paredes que hablan, me llevé un chasco enorme al ver algún sinvergüenza ha arrancado un Space Invader que había en la calle Sant Pere Mes Alt. Todavía quedan las huellas del mosaico, pero me dio tanta pena verlo que no fui capaz de inmortalizarlo con mi cámara. Por eso, en su honor, hoy le dedico este espacio al Invasor del Espacio, old school del arte urbano, que ha conquistado el planeta con sus marcianitos, inspirándose en el primer videojuego, que se remonta a 1978, y también me ha cautivado a mí, que lo busco allá donde esté.