Historias de Doolittle

Con el nuevo corte de pelo estoy clavadica a un click.
Ay, ¡quién me mandará a mí cambiar!

Desde el domingo sufro en silencio las bestiales consecuencias de su ataque.

La primavera ataca. La concentración de gramíneas alcanza estos días los máximos anuales en la zona centro peninsular. Y, tal como aconseja la Consejería de Sanidad de Madrid, extremo precauciones. Cuando puedo, huyo de la capital y cuando no me queda otro remedio, me escondo en el búnker y veo pelis. Hace unos días, en el videoclub, movida por uno de mis mejores descubrimientos literarios, Cheever, fui directa a una película basada en uno de sus relatos cortos: El nadador. Se trata de un clásico dirigido en 1968 por Frank Perry, con un guión adaptado por su mujer Eleanor Perry, codirigido por Sidney Pollack y música de Marvin Hamlisch. En la película, Merrill, el protagonista, interpretado por un Burt Lancaster (de espectacular forma física a sus 55 años), recorre a nado las piscinas de sus amigos y vecinos del condado para regresar a su casa. Todo un viaje. Me encantaron las oníricas escenas desenfocadas que reflejan la realidad que vive Merrill en esta road movie en la que nada es lo que aparenta.