Historias de Doolittle

En un acto de romanticismo, más que por ahorrar unos euros, estos días hemos pintado (Linus ha pintado) la habitación del pezqueño. Toda blanca. El puntilloso de mi compañero no está del todo satisfecho con el resultado y, en su opinión, hay detalles en los que se nota la capa anterior de pintura que, aunque también blanca, tiraba más al amarillo. Yo estoy encantadica con el resultado y creo que, con el suelo de madera, queda de lo más alegre. Además, la imagen de la habitación blanca me parece de lo más poética. Me hace soñar.

Con eso de que estamos dos en uno se me ha multiplicado la sensación de calor y experimento una sensación curiosa de pesadez bestial y ligereza al mismo tiempo. ¡Es la leche!
Además, el tripón aumenta a un ritmo considerable, proporcional al susto que me produce comprobar cada día cómo las camisetas se me quedan ombligueras. Un show para la vista.

colorines de feist para un domingo de septiembre