Historias de Doolittle

Lunes con cita trimestral en las desapacibles oficinas del INEM. Como ya tengo aprendida la lección he ido pronto y sólo me ha llevado mediodía de trámites. Premio al esfuerzo del madrugón. Sólo tengo a dos personas por delante en la primera cola que hago. Me atiende una señorita con un holgado pantalón de cuadros blancos y negros y camisa de rayas en los mismos tonos, que me comunica que no puede sellarme la demanda de desempleo al figurar otra persona con mi código y con trabajo. Al parecer tengo un alter ego que curra por mí.

Pido vez en una segunda fila. Voy detrás de una señora agobiada por el papeleo y delante de una mujer que protesta por cómo funciona el sistema y grita que va a reclamar en el mismito Ministerio ante las autoridades pertinentes. Suerte. Toca mi turno después de una espera que se me hace eterna, pero que no ha podido con mis ánimos de recuperar mi número. Esta vez tengo enfrente a una funcionaria que seguro que tiene menos años de los cientos que aparenta. Le cuento mi caso, pero no se inmuta. Al parecer, es bastante habitual un mismo número de identificación tenga dos vidas, como es el caso. Mirándome como si fuera una motita de polvo en un cristal, me comenta que lo ha arreglado. Desde ahora y al menos hasta agosto soy un número temporal.