miércoles, junio 29, 2005

Aire


Las sábanas blancas de algodón acaban desterradas al suelo. Sobre la cama amanecemos dos cuerpos calientes, brillantes. Me despierto empapada. El humidificador, el balcón abierto, el ventilador… no son más que tonterías que aplacan un poco el calor de la noche. Un aparato de aire acondicionado es lo que realmente necesito. ¡Tantos años despotricando contra esta máquina de frescor artificial, para convertirme ahora en una defensora a ultranza! Ay… este mundo sin principios…
Acostumbrada a disfrutar de una atmósfera refrigerada en el coche, en cualquier tienda o restaurante, yo también quiero tener el invento estrella del verano en mi propia habitación. Pero, dadas las larguísimas listas de espera de los que acostumbramos a hacer todo a última hora, me da en la nariz que este año seguiré sin instalar el aparatito y todo el aire que tenga vendrá, como hasta ahora, de las aspas del ventilador.

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