martes, septiembre 06, 2005

Mañana en el súper

Por fin no tengo la nevera tiritando. En agosto, la pobre ha sufrido mucho, al verse privada de oficio. Un par de tristes frascos de mermelada, una cebolla arrugada y seca, varias botellas rellenas de agua del grifo y un bote de zanahoria rallada (desde hace casi dos años forma parte de una guerra psicológica con Linus y que ahora ni interesa ni viene a cuento) era el triste cuadro que se desplegaba ante mi hambriento estómago. Se han acabado las rondas de tapitas en los bares del barrio y los atracos a mano armada de las cadenas de comida a domicilio que, en verano, gracias a los vagos como yo, se tienen que forrar.
El caso es que ya he hecho la compra del mes. Por fin he he llenado el carrito con alimentos básicos y algún que otro capricho. ¡Qué menos! Ya que me ha tocado ir a mí solita y pensar por dos. Una vez liberada del estrés que me supone tener que elegir qué necesito (estos del marketing saben perfectamente cómo engancharme: que si dos por uno, que si vaso de regalo…¡Siempre caigo!), hala, he tenido que esperar casi media hora de cola para pagar. Todas las cajas igual. Menos mal que estaba de buen humor y me ha dado por hacerme una composición mental de las vidas ajenas. La mujer separada y práctica que apuesta por las marcas blancas y vive en la más absoluta austeridad; la recién casada y abnegada esposa que, con voz dulce, le pregunta a su acompañante si quiere algo más; la abuelita con zapatillas de andar por casa que vive sola y no puede permitirse grandes lujos; un trío de estudiantes que empiezan a adaptarse a la convivencia en piso; la abuela que tiene a los nietos con ella; la cuarentona divorciada y sibarita… Cuando la cabeza no me daba para más, he buscado con la mirada algún joven con el que alegrarme la pestaña. Pero nada. Todo féminas. Me he quedado chafada, pero no sorprendida, porque justo esta mañana había leído la última encuesta de Consumo de la Cámara de Comercio de Madrid que afirma que “en el 66% de los hogares madrileños, la encargada de hacer la compra es la mujer, frente al 7% de los hombres que lo hace en solitario, mientras que otro 18% acompaña a su mujer, aunque no siempre comparte con ella la responsabilidad de determinar qué se compra, sino que se limita a empujar el carrito”.
Entre observaciones y reflexiones, ha llegado mi turno y… ¡hasta me han traído la compra a casa! (claro, que el importe que me he dejado allí, bien lo valía). Ahora que ya está todo ordenadito en su sitio en la cocina, me he dado cuenta de que se me ha olvidado comprar aceite de oliva y café. Confío en que vaya Linus y desmorone un poco las estadísticas.



Comentarios:
Cualquier excusa vale para sacar al despiadado y oscuro estratega que llevamos dentro. En mi casa tenemos innumerables frentes, pero la batalla más sangrienta fue sin duda la del cuarto de baño, un cara a cara entre Lalo y servidora.
Me río yo de la guerra fría.
Y por favor, me muero por saber más de las zanahorias... Es algo tipo "mono de gibraltar"?
 
El mono conoció mundo y las zanahoras permanecen inamovibles.
Aunque...todo llegará...je, je
 
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