martes, octubre 25, 2005
Ando
Sin remordimientos me he despedido del metro y de los transbordos. El autobús lo dejo reservado para los días de lluvia torrencial, que me temo que serán pocos este año de sequía. Desde hace dos semanas voy andando a trabajar. Caminar durante media hora por la mañana me sienta genial. Llego despierta y con los ojos en su sitio, deshinchados. He cambiado la lectura por los cascos, que me ponen la banda sonora y me han despertado el apetito musical que se me estaba escondiendo sibilinamente. También ando más garbosa, con ritmo y sentimiento. Hasta me parece notar que los porteros de las casas acompañan los acordes con la escoba, al igual que los pasos del repartidor del pan cuando arrastra el carrito de hierro con la mercancía y que me cruzo al acercarme a la Castellana, zona noble en la que todavía existe esta profesión para algunos privilegiados. Incluso los semáforos van con mi compás. Me gusta esta vida menos cuadriculada.
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