lunes, noviembre 07, 2005

energía

Energía tengo. Cada cierto tiempo meto los dedos en el enchufe para recargarme. Al principio, cuando no sabía calcular bien los vatios, el pelo me quedaba un poco estropajoso. Esto ha pasado a ser un problema menor, pues he descubierto un producto capilar que disimula los estragos voltáicos, nutre mi pelo castigado y cierra las puntas abiertas. Eso sí, cuesta su peso en oro y tengo que conseguirlo en el mercado negro. La calidad se paga.
Ya son muchos años los que llevo con esta práctica y, además de tener la técnica más pulida, controlo casi toda la energía que produzco, que no es poca. Si en los comienzos me desbordaba y me producía reacciones curiosas y extremas, como falta de sueño, euforia, pensamiento extremadamente positivo, hiperactividad, llantos repentinos y, lo reconozco, algún que otro ataque de ansiedad ante la impotencia de no saber cómo controlar la situación, a base de largas pruebas experimentales, puedo afirmar que voy afinando con los tiempos de autorecarga. Hoy ha quedado pantente. Cuando mi jefe me ha comunicado en privado que no puedo exigir un contrato y que tengo que trabajar para ganarme el honorífico papel sin casi recibir contraprestación económica, he estado tentada en ir al baño y meter los dedos en el enchufe para acumular energía, crear un rayo y aniquilar a este hombre que me estaba chantajeando. Anticipándose a mis pensamientos, un sexto sentido me ha advertido que si cedía a mis impulsos, necesitaría pasar después una semana (como poco) permanentemente enganchada al generador portátil para recuperarme del esfuerzo. Y la verdad, esta vez no merecía la pena.

Comentarios:
Ya me contarás cómo haces todo eso de los rayos y truenos, qué interesante.

Un beso para ti y una patada en el culo a tu jefe.
 
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